Isabel Sala
Cuando se sale del Opus Dei, la
sensación inicial es con frecuencia semejante a la de haber estado viviendo en
un mundo paralelo que en ocasiones poco tiene que ver con el mundo real en el
que estamos ahora. Los motivos por los que cada cual ha dejado la Institución o
ha sido dejado por ella son muchos y variados. Siempre hay una o unas causas
concretas que nos empujan a dar ese paso hacia afuera, pero una vez estamos
fuera, empezamos a ver toda la experiencia
Opus Dei con otra luz y otra perspectiva. Empezamos a darnos cuenta de
cosas que estando dentro ni nos habíamos cuestionado, escuchamos las
experiencias de otras personas que también pasaron por nuestro mismo proceso y la
luz de lo que ellos cuentan nos hace más conscientes de muchos aspectos de nuestra
propia experiencia en los que no habíamos caído.
Empezamos a entender muchas
cosas, encontramos respuestas claras a preguntas nunca formuladas de forma
consciente pero que nos pesaban en el subconsciente. El paso del tiempo y la mayor
perspectiva sobre los acontecimientos que lleva asociada, nos hacen ver con
frecuencia nuestros años e el Opus Dei como una pérdida de tiempo, como algo
improductivo, o incluso como algo equivocado. Algo que nos gustaría borrar del
libro de nuestra vida, o cambiarlo y modificarlo de acuerdo al conocimiento que
tenemos hoy. Errores que cometimos, contestaciones que no dimos, firmeza que no
mostramos…
La tentación de mirar hacia atrás
con frecuencia es grande. Y mirar hacia atrás es bueno e incluso necesario para
comprender lo que ha pasado, porqué ha pasado, qué hicimos o no hicimos de
forma adecuada y qué consecuencias ha tenido en nuestra vida; es decir, para
aprender. Pero fuera de eso, el entretenerse en los más mínimos detalles de los
atropellos sufridos o producidos por nosotros y en cómo las cosas podrían haber
sido distintas si hubiésemos actuado de forma diferente, no lleva a ningún lado
mental y/o emocionalmente saludable.
El pasado no existe salvo cuando
lo hacemos presente en nuestra mente. No existe; ya no. Pero la mente es capaz
de rememorar las cosas vividas de forma tan fidedigna que nos da a veces la
sensación de que es real. Volvemos a sentir las emociones que sentimos en el
momento rememorado, recordamos la música que sonaba, cómo olía, cómo íbamos
vestidos… Tenemos sensación de realidad, pero en verdad eso que rememoramos
solo existe en nuestra mente. Y como no es real, no podemos cambiarlo. Podemos
no repetirlo, pero no cambiar lo que hicimos; incluso si lo hicimos ayer.
El futuro tampoco existe, eso
resulta más evidente. El futuro será en función de lo que hagamos ahora, cada
día, cuando ese día sea presente. El futuro está abierto a infinidad de
posibilidades, y está en tu mano tomar las decisiones que te acerquen en ese
futuro al que quieres llegar. Por eso, una vez aprendidas las lecciones del
pasado, es necesario dejarlo ir y poner el foco de la atención en el momento
presente, que es el lugar en el que ocurre la vida y el momento en el que tenemos
capacidad real de actuar, de ser creativos, de llevar las riendas y dirigir
nuestra vida hacia donde queremos que vaya.
Si necesitas algo que te motive
para actuar en el momento presente, mira hacia el futuro que quieres construir.
El futuro es la referencia que me va diciendo si los pasos que voy dando en el
presente son los adecuados o no: si me acercan a lo que quiero en mi futuro son
adecuados y si me alejan no lo son. O también puede ocurrir que en un momento
dado decidamos cambiar el diseño de nuestro futuro y entonces los pasos a dar
para alcanzarlo tendrán que ser diferentes a los que inicialmente habíamos planeado
y/o veníamos dando… Pero el futuro no pasa de ser en ningún caso una
referencia. La calidad de tu vida te la juegas en el presente. Y lo bueno de
esto es que en el momento que te das cuenta de que algo “ha salido mal” o no funciona
como tú crees que debería, siempre tienes un nuevo momento-presente recién
estrenado en el que puedes actuar y enmendar o corregir lo que te parezca que
debe ser enmendado o corregido.
En el momento presente eres muy
poderoso, tienes la capacidad de hacer, de actuar, de cambiar las cosas. Así
que puedes emplear un tiempo precioso dándole vueltas a algo que ya no existe y
que por lo tanto no tienes poder alguno para modificarlo, o puedes emplear esas
mismas energías en construir la vida que quieres vivir. Está en tus manos elegir y abrazar las
consecuencias que de ello se deriven. Ahora eres libre.