por Isabel Sala
¿Qué tal si
te digo que cambiar ese estado de ánimo bajo y triste por otro más positivo y
lleno de energía no es tan difícil y que además está en tu mano hacerlo…?
El estado de
ánimo puede ser consecuencia de un desequilibrio bioquímico en nuestro
organismo. Un exceso de segregación de determinada hormona, o una mayor o menor
concentración de algún elemento químico en nuestra sangre, pueden dar lugar a
que nos sintamos hundidos y lo veamos todo negro. A veces estos desequilibrios
son ocasionales y reversibles, y otras se “enquistan” y se hacen permanentes.
En ocasiones el desequilibrio bioquímico se produce primero y sin intervención
de nuestra parte, y el cambio del estado de ánimo es la consecuencia.
Cuando la
situación es permanente y no está en nuestra mano cambiarla, hay que acudir sin
duda a un buen especialista (endocrino o psiquiatra generalmente), para que nos
recete las medicinas necesarias para corregirlo.
Pero muchas
veces llegamos a esas situaciones de desequilibrios bioquímicos que requieren
de fármacos para ser reversibles, a base de repetir durante mucho tiempo
patrones de comportamiento que generan esos desequilibrios, que se agravan con
el tiempo. En estos casos, además de corregir el desequilibrio bioquímico con
medicinas, tenemos que cambiar los patrones de comportamiento que lo han
generado. Si no lo hacemos, nunca podremos dejar las medicinas, porque
constantemente estaremos destruyendo nosotros lo que las medicinas arreglan.
Aquellos que
tienen desequilibrios bioquímicos no-enquistados, también generan dichos
desequilibrios de forma constante aunque más breve en el tiempo y naturalmente
reversible. Y lo hacen también con sus patrones de conducta. Estos estados de
ánimo negativos ocasionales generalmente se agotan en el tiempo, pero mientras
duran nos inmovilizan y sobre todo no nos sentimos bien.
Si el estado
de ánimo que tenemos es positivo, nos lleva al optimismo, a tener una actitud
abierta para intentar cosas nuevas, a movernos hacia delante en la vida, a
disfrutar de los momentos. Estoy segura de que si os pregunto a cada uno qué
estado de ánimo tendríais si pudieseis elegir, todos diríais que uno positivo.
Yo también. Bien, pues vamos a aprender a cambiar el estado de ánimo (seguro
que hay muchas formas de hacerlo, yo voy a compartir contigo una cuya eficacia
hemos comprobado muchos de mis clientes y yo misma).
Las personas
somos un todo compuesto por cuerpo y alma. Dentro de lo que llamamos cuerpo,
incluimos el cuerpo propiamente dicho y la mente. Al ser un todo, lo que le
pasa a nuestro cuerpo repercute en nuestra mente, y viceversa.
La forma en
que nuestro cuerpo reacciona a nuestros pensamientos, son las emociones. Una
persona que tiene continuamente pensamientos negativos hacia sí mismo o hacia
los demás, difícilmente va a sentirse contento. Al contrario también es cierto.
Haz la prueba…
Nuestros
pensamientos tienen un papel determinante en la calidad de nuestra experiencia
vital. Así que lo primero que tienes que cambiar para tener una experiencia
vital más positiva, es lo que piensas. Y lo que piensas depende de dónde pones
el foco de tu atención. Si lo pones en las cosas buenas que tienes en tu vida,
generarás pensamientos positivos. Si lo pones en las cosas menos buenas,
generarás pensamientos negativos.
Date unos
momentos y fíjate dónde tienes puesta tu atención a lo largo del día. ¿En qué
piensas? ¿Te centras en las desgracias del mundo y de tu vida, o en lo que en
tu vida y en el mundo hay de bueno?
En función
de dónde ponemos el foco de nuestra atención, así será también nuestro diálogo
interno. Sin necesidad de estar locos, todos nos pasamos el tiempo hablando,
bien en voz alta para comunicarnos con los demás, o bien hablándonos a nosotros
mismos. Hay un ejercicio interesante que te recomiendo hacer si quieres reírte
un rato: siéntate delante de una hoja en blanco o delante del teclado del
ordenador, y durante solo 5 minutos, escribe absolutamente todo lo que pase por
tu mente. Agotador… Breve ejemplo: “este
post es demasiado largo, debería quitar lo del ejercicio……… uy que tarde! Me
quedan solo 5 minutos para ir a recoger al niño del colegio, no voy a poder
acabarlo…..…bueno da igual, lo acabo esta noche…….. sí, claro, esta noche…, si
tengo un Skype a las 22:30, acabaré tardísimo….…bueno da igual, una cosa detrás
de la otra……. qué calor!, otoño, ven!.......(suspiro)…….. tengo que lavar las
cortinas del despacho….bueno, ya, se acabó el ejercicio…….”. Todo esto en aproximadamente 1 minuto!
Ahora prueba tú y verás a lo que me refiero con el diálogo interno. Más bien es
un constante parloteo de la mente, que en otro momento aprenderemos a controlar
para disfrutar de los beneficios del silencio.
Lo
importante ahora es que prestes atención al tono de tu diálogo interno. ¿Qué te
dices? ¿Criticas, te quejas, expresas agradecimiento? ¿Qué adjetivos usas más
para referirte a ti mismo o a los demás? Haz una lista: ¿son adjetivos de
aprecio o de desprecio?
Si eliges
poner el foco de tu atención en las cosas buenas que hay ahora en tu vida y
cambiar tu diálogo interno para generar pensamientos más positivos, tu estado
de ánimo va a cambiar a mucho más alegre y optimista de forma inmediata.
El efecto
máximo lo conseguirás si además de cambiar el foco de tu atención y tu diálogo
interno, lo acompañas con un cambio en tu fisiología. Si te sientes triste y
hundido y vas a acostarte en el sofá y te tapas con una manta cabeza incluida,
bajas las persianas y te quedas en penumbra, y para rematar el cuadro te pones
una música de fondo melancólica que habla de un desamor, te garantizo que te
hundes más. Si por el contrario te vistes y sales a la calle para que te del
aire fresco en la cara, te sientas en una terraza a tomar un café, cambias tres
frases con la persona que te vende el pan o la prensa, o te pones una música
vibrante, vas sin duda alguna a sentirte mejor.