sábado, 13 de septiembre de 2014

Acabar de salir del Opus Dei (II).- Obediencia y madurez en la vida moral

por Elena Longo


En tu reciente vida pasada de miembro del Opus Dei la obediencia ha sido una virtud muy enfatizada. Todos recordamos por ejemplo la afirmación del fundador, “obedeced y nunca os equivocaréis”. O esta otra,“en una obra de Dios el espíritu tiene que ser: obedecer o marcharse”. Estas afirmaciones hacían hincapié en citas del Evangelio o litúrgicas; el ejemplo que nos ponían a menudo era el de Jesucristo “factus oboediens usque ad mortem, mortem autem crucis”.

En nombre de la exigencia de esta obediencia hemos actuado nosotros también muchas veces, a lo largo de muchos años, y quizá de vez en cuando reprimiendo como espíritu crítico una vocecita que dentro de nosotros se rebelaba a algo que se percibía como dañino para alguna otra persona o quizá, hasta para nosotros mismos.

En los años que han pasado desde mi salida, muchas veces he vuelto a pensar en estas circustancias. Me pregunto, y te pregunto: ¿es realmente la obediencia –especialmente si es entendida de forma tan absolutizada como se entiende en el Opus Dei- una virtud de cristianos que quieren santificarse en el mundo? Aunque Jesús se hizo obediente hasta el extremo que hemos citado, ¿le impidió esto desobedecer a las autoridades legítimas, su padre y su madre, cuando por sus circunstancias especiales juzgó oportuno quedarse en Jerusalén sin avisarles? ¿O cuando enseñaba que el sábado es para el hombre y no el hombre para el sábado? Y he llegado a la conclusión de que lo que quizá puede ser virtuoso para un religioso, que testimonia y anticipa en su vida terrenal las realidades escatológicas, no lo es en absoluto para un cristiano cualquiera, llamado a vivir su fe en el mundo y en sus circunstancias personales e irrepetibles.

Jesús fue obediente a su Padre Dios y a las autoridades legítimas (pagaba los impuestos), pero sin que esta forma de obedecer le empujara a desenchufar su intelecto y le impidiera actuar en cada momento según lo que le dictaba su conciencia, aunque fuera contrario a lo que quería la autoridad en ese momento. No hay delegación de responsabilidad en la actuación moral. Por lo tanto quien “obedece siempre” puede estar muy sujeto a equivocarse.

Existe el riesgo evidente de que salir de este esquema de vida en el que fuimos “formados” con tanta fuerza e insistencia nos pueda resultar algo difícil, pero para aterrizar en el mundo real tenemos que aprender a vivir como adultos responsables, también en lo que se refiere a nuestra fé y a nuestra actuación moral. En el mundo real, el “espíritu crítico” (que es una cosa muy distinta de la murmuración, aunque nos dieron a entender que ambas cosas casi eran sinónimas) es una competencia que se adquiere con la madurez, y no debemos tener miedo de cultivarlo y ejercerlo, hacia las circunstancias concretas, hacia los demás y hacia nuestras mismas actuaciones.

No se trata de “juzgar”, se trata de evaluar, de discernir, si cada actuación importante que tengamos que realizar responde, y en qué medida, a las exigencias de respeto, de solidaridad, de caridad, de ética profesional, de justicia social, etc., que en el momento concreto se nos presentan, y asumir la responsabilidad de nuestra respuesta a la situación y quizá el riesgo de equivocarnos. Tantas veces nos hicieron meditar con la parábola de los talentos: los talentos se entierran cuando no nos atrevemos a gastarlos por el temor a equivocarnos y malgastarlos. Y nuestra libertad y nuestro sentido moral son unos de los talentos que recibimos al ser creados.

Ya oigo la vocecita que sale de tu interior: “Sí, pero la conciencia tiene que ser rectamente formada...”.Es cierto, pero puedo asegurarte que el último de los riesgos de quien acaba de salirse del Opus Dei es no tener suficiente formación en los principios de moral entendida en su más rígida interpretación. En cambio el riesgo concreto que sí se corre es el de tener una moral farisaica, muy exigente en lo que se refiere a las reglas y muy laxa en lo que se refiere a la caridad, a la comprensión, a la justicia, al no juzgar.


El consejo de hoy es: entrénate en criticar las reglas y a discernir cuáles tu conciencia “reconoce” y cuáles pueden ser infundadas o demasiado rígidas. Sin caer en los escrúpulos. De estos hablaremos en otra ocasión...