Cada uno de
nosotros tenemos una orientación frente al mundo, un punto de referencia, una
posición mental que determina nuestra dirección en la vida. David Emerald, en
su libro The Power of TED*, lo
compara muy acertadamente con una brújula. La brújula nos facilita un
punto de referencia indicándonos cuál es el Norte y a partir de él podemos
trazar una ruta. Nuestra orientación, o nuestro punto de partida mental, tienen
mucho que ver con la dirección que tomamos en nuestra vida. Es decir, que
nuestra orientación determina bastante lo que será nuestra experiencia vital.
Aquello en lo
que ponemos el foco de nuestra atención va a condicionar nuestra forma de
actuar. Cualquier cosa en la que ponemos el foco de nuestra atención va a
provocar en nosotros algún tipo de respuesta emocional, un estado interno. Por
ejemplo, si nos sentamos en un camino de montaña y nos dedicamos a observar por
un rato las cumbres, los prados y las vacas pastando en ellos, es fácil que
sintamos un estado interno de calma y serenidad. Ese estado interno nos motivará
a actuar de una determinada forma; motivará nuestro comportamiento. Siguiendo
el ejemplo anterior, el estado interno de calma y serenidad puede movernos a
reducir nuestra velocidad y a la contemplación o la introspección, por ejemplo,
lo cual es por lo general más complicado si nos sentamos en un banco de una
avenida muy transitada de cualquier gran ciudad.
En la Orientación
Victimista, el foco se pone en un problema. La Víctima pone su foco de atención
en su Perseguidor al que identifica como la causa de sus males; o el
Perseguidor en la Víctima, a la que ve como un problema. El problema puede ser
una persona, una condición o una circunstancia de nuestra vida como ya vimos en
publicaciones anteriores.
El poner la
atención en un problema nos genera invariablemente un estado interno de
ansiedad, que es el estado interno habitual de la Orientación Victimista y que puede
ir desde un cierto malestar o molestia hasta un auténtico terror. Ese estado
interior de ansiedad pone en movimiento un comportamiento, que es como una
especie de reacción, y que suele ser bien luchar, marcharse o quedarse
paralizado.
La mayoría de las personas pasan una parte muy importante de su tiempo buscando soluciones a problemas de todo tipo; los problemas constituyen el centro de su vida, lo que recibe toda su atención.
Cada uno de los
tres roles que conforman el Triángulo Dramático ve a los otros roles como
problemas a resolver.
Cuando
funcionamos con la Orientación Victimista, tenemos la ilusión de que estamos
reaccionando frente a un problema, cuando de hecho estamos reaccionando frente
a la ansiedad que nos genera ese problema. No nos movemos tanto para solucionar
el problema actuando sobre sus causas, como para terminar con el malestar que
nos provoca la ansiedad. Si no sentimos ansiedad perdemos la motivación para
hacer algo al respecto del problema. Así que de hecho si seguimos esta Orientación,
necesitamos de problemas para seguir moviéndonos!
Si la acción
que llevamos a cabo para disminuir la ansiedad es eficaz, ésta disminuirá pero
el problema seguirá ahí intacto porque no hemos actuado sobre él. La menor
ansiedad “nos dará la sensación” de que las cosas están mejor y nos relajaremos,
pero es cuestión de tiempo que el problema vuelva a emerger generándonos cada
vez mayor ansiedad.
Esos problemas
que parecen volver de forma recurrente una y otra vez en nuestra vida, con casi
total seguridad nos mantienen funcionando dentro de una Orientación Victimista.
Los problemas prácticamente nunca se resuelven desde una Orientación
Victimista. Para solucionar un problema de raíz, generalmente es necesario
poner nuestra atención en el medio y largo plazo, y en la Orientación
Victimista esto no es posible porque al disminuir la ansiedad perdemos la
motivación.
Un claro
ejemplo de esto lo tenemos en los casos de maltrato de cualquier tipo: el
verdugo maltrata a la víctima, luego le pide perdón y con ello reduce la
ansiedad que le produce el sentimiento de culpa; las cosas van bien por un
tiempo hasta que la vuelve a maltratar. Porque pidiendo y recibiendo perdón, ha
reducido su sentimiento de culpa (mejora el malestar que le genera su estado
interno) pero no ha actuado sobre la causa de esa violencia, que es el
verdadero problema y sigue ahí intacto.
El Triángulo
Dramático es la consecuencia de vivir con una Orientación Victimista. En dicho
triángulo, como hemos visto, se dan solo tres posibles reacciones: pelear,
marcharse, o quedarse paralizado. La Víctima puede enfrentarse a su Perseguidor
y acabar intercambiando roles con él; o puede apartarse de él y buscar un
Salvador que le proteja; o puede quedarse paralizada (puede quedarse bloqueada,
paralizada, insensible ante el dolor que le produce el Perseguidor: adicciones
de cualquier tipo, alcohol, juegos, trabajo, sexo...).
Generalmente
cuando reaccionamos desde la Orientación Victimista,
acabamos agravando el problema que queríamos resolver. Por ejemplo:
cuando una persona ha tenido relaciones personales en las que ha sido
abandonada, no es infrecuente que desarrolle un miedo al abandono. Tiene como
un radar que la hace hipersensible a los pequeños signos de que la otra persona
va a abandonarle (pareja, amigo, etc) y empieza a reaccionar ante cada posible
pista de que “algo va a salir mal”. Se vuelve insegura y dependiente. Se aferra
con tanta fuerza y se concentra tan intensamente en esa relación, que la otra
persona empieza a sentirse asfixiada o presionada y reacciona apartándose de
ella. Que es exactamente lo que se quería evitar… Esto es así porque se
reacciona actuando para disminuir el miedo que se siente de ser abandonado
(emoción = estado interno) en lugar de actuar sobre el problema que lo causa
(falta de autoestima, falta de seguridad en uno mismo, sentir que no se es
suficientemente bueno para ser amado, etc).
Cuando estamos
metidos en esta dinámica, creemos que nuestros problemas están “ahí afuera”
creando nuestro sufrimiento y no nos damos cuenta de cómo nuestras propias
reacciones contribuyen a ese sufrimiento. Pensamos que el dolor existe en
nuestro entorno y si podemos arreglarlo ya sea luchando, huyendo, o quedándonos
paralizados, nuestra vida será mejor o más fácil.
Hay Víctimas
que son reales (guerras, abusos, hambrunas…). Pero si bien es cierto que
algunas circunstancias no las generamos nosotros, también es cierto que la
forma en que reaccionamos ante esas circunstancias puede generar todavía más
sufrimiento y mantener este ciclo activo.