lunes, 26 de enero de 2015

El Triángulo Dramático (y VI): Cuando elijo ser el Salvador

por Isabel Sala


Para acabar con esta serie de publicaciones en las que hemos ido desmenuzando los distintos roles que forman parte del Triángulo Dramático, vamos a observar el papel del Salvador desde un punto de vista diferente: cuando somos nosotros los que elegimos colocarnos en ese papel y focalizar nuestra energía en salvar a alguien o nos dejamos arrastrar por alguna Víctima al papel de ser su Salvador.

Es frecuente que el Salvador se sienta rechazado o disgustado cuando la Víctima no hace lo que le sugiere que haga o no valora la ayuda que le brinda. Entonces se siente un mártir y cambia al papel de Víctima, convirtiendo a la Víctima en su Perseguidor(“con todo lo que me esfuerzo por ayudarte y tú no haces caso de lo que te digo, y así te va…”).
  
Igual que vimos en la publicación anterior pero en sentido contrario, en el tema que nos ocupa actuamos como Salvadores cuando de forma más o menos sutil intentamos imponer nuestra experiencia en el OD a otras personas que están dentro o que ya han salido. Cuando damos por supuesto que todo el mundo está mejor fuera del OD porque nosotros lo estamos, cuando damos por supuesto que todos deben salir del OD o de lo contrario no están siendo honestos.  Estamos de hecho intentando salvarles de algo que consideramos malo pero sin contar con su opinión y sin respetar su decisión al respecto. Cuando queremos que salgan y que salgan ya, cuando nos molesta que no nos hagan caso, cuando no respetamos y comprendemos que cada persona es ella con su conciencia y sus circunstancias, estamos de hecho intentando “salvarles” y sintiéndonos ofendidos porque no hacen caso de nuestros consejos o nuestra experiencia, porque sentimos que no somos bastante buenos como para que lo que decimos sea tenido en cuenta. Cuando nos empeñamos en hacerles ver las cosas como nosotros las vemos ahora sin conseguirlo, o cuando incluso lo rechazan y nosotros nos enfadamos y/o ofendemos por ello, estamos actuando como Salvadores transformados en Víctimas o incluso en Perseguidores.

Es importante darse cuenta de que cada persona es libre de seguir o no nuestros consejos en su propia vida y el hecho de no seguirlos no quiere decir que se equivoque (ni que nuestros consejos no sean fantásticos). Cada persona tiene un camino que andar (el suyo solamente) y lo anda lo mejor que sabe y puede en cada momento. Cuando se nos pide consejo o si pensamos que debemos dar nuestra opinión al respecto de lo que sea, somos de mucha más ayuda si somos capaces de darlo con desprendimiento, dejando un “espacio” de respeto para que la persona se sienta libre de aceptarlo o no. Es lo contrario de lo que aprendimos en el OD si te fijas, donde los consejos son órdenes tajantes (“un por favor es el imperativo más fuerte”) y donde no se deja el más mínimo resquicio para elegir libremente. 

Cada uno de nosotros podemos colocarnos en cualquiera de los tres papeles del Triángulo Dramático de forma más o menos permanente, pero por lo general los alternamos según las circunstancias. Con frecuencia permitimos que otras personas nos empujen a desempeñar un determinado papel. Estos tres papeles pueden ser obvios y  explícitos,  o sutiles y seductores. Por ejemplo, el Salvador puede ser una cerveza más, una partida de videojuego más, o un amigo que te dice "es tremendo eso que te han hecho, pobre..." mientras tú te quejas de algo que te ha pasado. Hay una fina y en ocasiones sutil línea que separa el escuchar a alguien para que se desahogue y el actuar como su Salvador. Cuando permitimos que una persona se desahogue narrando episodios negativos de su vida y al finalizar la conversación vemos que no ha habido ni un ápice de construcción en positivo, ni por su parte ni por la nuestra, es fácil que con la mejor intención hayamos estado jugando el papel de Salvador con esa persona.

Cuando se vive en este Triángulo Dramático, uno está constantemente mirando hacia afuera para justificar lo que le pasa, culpar a un tercero de sus miserias y desgracias y encontrar a algo o alguien que le salve y le haga sentir seguro y bien. Cuando se mira al pasado desde esta perspectiva, se le ve lleno de Víctimas, Perseguidores y Salvadores, y es fácil dar por supuesto que el futuro será más de lo mismo. Uno se siente vendido, sin capacidad de actuar sobre su vida, dependiendo de otros. Como sientes que has sido una Víctima en el pasado, proyectas tu futuro para evitar ser unaVíctima otra vez, con lo que es fácil que te conviertas en un Perseguidor del que en su día te persiguió a ti.


Cuando asumimos que esta es sencillamente la forma en la que son las cosas, esta creencia (falsa creencia) pasa a nuestro subconsciente y nos comportamos de esta forma, perpetuando el Triángulo Dramático y auto-cumpliendo nuestra propia profecía. Pero este triángulo es en realidad una mutación tóxica de lo que son las relaciones humanas. En próximas publicaciones veremos cómo salir de este triángulo y cuál es la alternativa a estos tres roles.