Como vimos en la publicación de Elena Longo El Triángulo Dramático (II), el Salvador es el que libera a otro de un
confinamiento, peligro o mal. Puede también intentar aliviar o disminuir el
miedo o algún otro sentimiento negativo de la Víctima.
Al igual que ocurre con el Perseguidor, no es siempre
una persona. La adicción al alcohol, a las drogas, al sexo, al trabajo, al
juego....todas las adicciones, son de hecho una forma de rescatar a la Víctima
de sentir unos sentimientos que le hacen daño o le son desagradables. Cualquier
cosa que nos ayude a evadirnos o a escapar de una realidad que no nos gusta
pero sin cambiarla de forma positiva, hace el papel de “salvador”.
Cuando una persona toma la iniciativa de colocarse en
el papel de Salvador de otra, lo hace inicialmente con una sincera intención de
ayudar, pero de hecho con frecuencia refuerza el papel de "pobre de
mí" que tiene la Víctima, al decirle de forma implícita o explícita,
"pobre de ti". Así que al final en lugar de apoyar y ayudar a la
Víctima a tirar para arriba, lo que hace es reforzar su sensación de impotencia
y de estar estancada, empujándola hacia abajo. Sin darse cuenta, permite que la
Víctima se siga sintiendo poca cosa, aunque seguramente no hay nada más lejos
de su intención. La Víctima en ocasiones se acaba incluso sintiendo culpable y
avergonzada por necesitar ser rescatada y se vuelve dependiente de la acción
salvadora.
Este juego de roles, Víctima/Salvador, se da con
mucha frecuencia en el Opus Dei, donde los Directores son los únicos
transmisores de la voluntad de Dios para los miembros de la Institución a los
que dirigen; hasta en lo más pequeño. Todo había que consultarlo, para todo nos
tenían que dar permiso; porque “obedeciendo no nos equivocábamos”. Es decir,
obedeciendo nos salvábamos, o dicho de otra forma, nos obligaban a obedecer
para que nos pudiésemos salvar, como si aplicando nuestro propio criterio no
fuésemos capaces de hacerlo, “pobres de nosotros”.
La aplicación sistemática de este patrón de
comportamiento durante un periodo prolongado de tiempo, es fácil que desemboque
en la sensación de necesitar siempre que alguien nos diga lo que tenemos que
hacer, que nos dé permiso o nos autorice a hacer todo lo que hacemos y nos
sintamos mal cuando hacemos algo que nadie ha autorizado –aunque sea lo más
pequeño, como echarnos una pequeña siesta porque estamos agotados- , que no
seamos capaces de tomar decisiones incluso de poca transcendencia por nosotros
mismos, que desconfiemos de nuestro criterio y de la capacidad de nuestra
conciencia para indicarnos el camino correcto. Por eso, cuando una persona deja el
OD, es frecuente que note la tendencia a buscar algo o alguien que sustituya a
los Directores y le proporcione certeza y seguridad en su nueva vida fuera de
la Institución.
El mensaje del “Salvador” puede sonar más o menos así:
“pobrecito, después de tanto tiempo en el
OD no sabes cómo valerte por ti mismo, incluso puede que en lo material más
básico, pero aquí estoy yo para ayudarte haciéndolo por ti o diciéndote desde
mi experiencia qué es exactamente lo que tienes que hacer”. Este mensaje
que en un primer momento puede resultar tentador porque nos facilita las cosas,
suele tener consecuencias poco recomendables. Porque la verdad es que tú eres perfectamente capaz de
tomar las decisiones necesarias para construir la vida que quieres vivir a
partir de ahora. Si necesitas consejo o asesoramiento pídelo, todo el que
necesites. No te apresures en tomar decisiones, tómate el tiempo que te haga
falta, pero tienes que ser tú el director de la película de tu vida, no solo el
protagonista. Porque nadie te conoce mejor de lo que tú lo haces, nadie (por mucho que te obligue a contárselo todo con una sinceridad salvaje...) tiene más información acerca de ti que tú mismo y por lo tanto si alguien puede sacar de ti lo mejor, ese eres sin duda alguna tú.
Lo que en el fondo mueve al Salvador es, al igual que le ocurre al
Perseguidor, el miedo. El Perseguidor tiene miedo de perder el control y por
eso controla, y el Salvador tiene miedo de perder el propósito, la razón de ser.
El Salvador necesita una Víctima a la que salvar para aumentar su propia autoestima.
Salvar a los demás le da un cierto sentido de superioridad que enmascara su
miedo a sentirse insuficiente. El Salvador se siente bien consigo mismo a base
de negar la capacidad de la Víctima para satisfacer sus necesidades por sí
misma. Fomentan la dependencia de la Víctima hacia ellos haciéndose
indispensables para que la Víctima tenga la sensación de "estar
bien".
Esto no lo hacen generalmente de forma consciente y
abierta, sino más bien de forma sutil y con frecuencia escondida tras una
apariencia de “lo hago solo pensando en lo mejor para ti, para ayudarte, para
que estés bien”. Pero ninguna ayuda que a corto, medio o largo plazo te reste
capacidad de decidir por ti mismo, de ser autónomo e independiente en la
gestión eficaz de tus emociones, es de hecho una verdadera ayuda. Es ponerte un
pescado encima de la mesa todos los días en lugar de enseñarte a pescar, de
forma que siempre necesites estar cerca de la persona que te suministra tu
ración de pescado diaria para saciar tu hambre y poder sobrevivir. Es hacerte dependiente (o en este caso, que sigas siendo dependiente).
La experiencia de los demás a tu alrededor es sin duda
algo valioso que puede serte útil como información, pero eres tú el único que
anda la vida dentro de tus zapatos y por lo tanto el que tienes que crear tu
propia experiencia a medida que vives. La experiencia vital es algo personal e
intransferible que vamos generando a medida que tomamos nuestras propias
decisiones.
Por eso la figura de un Salvador puede resultar tentadora
y muy cómoda sobre todo al principio, cuando nos sentimos perdidos en tantos
temas a la vez, pero a medio y largo plazo solo consigue mantenernos en la
inmadurez emocional y por lo tanto nos incapacita para liderar nuestra propia
vida. Ocurre además con relativa frecuencia que los que se erigen en Salvadores de otros no tienen resuelta su propia vida de forma satisfactoria, y al ponerse a
resolver la de los demás lo único que hacen es apartar la vista de sus propios
problemas. Y nadie puede dar a los demás lo que no tiene…
El momento en el que te encuentras ahora puede
parecerte sin duda complicado, pero si le das la vuelta es también una
oportunidad excepcional para que tomes las riendas de tu vida y aprendas a
confiar en tu criterio y tu conciencia al tomar las decisiones que irán dando
forma a la vida que quieres vivir ahora.